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Respuesta corta
Calificar de genocidio la guerra que Israel lleva a cabo en Gaza es sencillamente erróneo. Israel tiene una de las proporciones más bajas de muertos entre combatientes y civiles de la guerra moderna, muy inferior a la de Estados Unidos o la OTAN en lugares como Irak o Afganistán. Las FDI atacan a terroristas, no a civiles. Si esto fuera un genocidio, Gaza ni siquiera existiría ahora.
Respuesta larga
Seamos realistas: llamar genocidio a lo que Israel está haciendo en Gaza no es cierto.
En primer lugar, mira las cifras. Israel tiene una de las proporciones más bajas de muertes entre civiles y combatientes en la guerra moderna. Y eso en un escenario súper difícil como Gaza, donde Hamás se esconde en escuelas, hospitales y barrios. En comparación con las guerras que Estados Unidos y la OTAN libraron en Irak o Afganistán -donde las bajas civiles eran a menudo mucho mayores-, las cifras de Israel son realmente bajas. En lugares como Mosul, murieron miles de civiles, con proporciones como 4 ó 5 civiles por cada combatiente. En Gaza, está más cerca de 1:1.
Y no es por accidente. Las FDI hacen todo lo posible para evitar la muerte de civiles. Avisan a la población antes de los ataques: con llamadas telefónicas, mensajes de texto, incluso lanzando panfletos. ¿Qué otro ejército hace eso? Sus objetivos son terroristas, no familias.
Mientras tanto, Hamás hace todo lo contrario. Disparan cohetes desde casas, escuelas y hospitales, utilizando a su propia gente como escudos humanos. Intentan que mueran civiles para poner al mundo en contra de Israel. Eso no es culpa de Israel. Es el libro de jugadas de Hamás.
Y seamos sinceros: si esto fuera un genocidio, Gaza ya no existiría. Más de 2 millones de personas siguen viviendo allí. Israel tiene la potencia de fuego necesaria para borrarla del mapa, pero no lo ha hecho, porque ése no es el objetivo. El objetivo es detener a los terroristas que asesinaron a 1.200 personas el 7 de octubre y siguen reteniendo rehenes.
Lanzar la palabra «genocidio» como si nada no sólo está mal, sino que es peligroso. Desvaloriza la palabra y falta al respeto a la memoria de los genocidios reales de la historia. Se trata de una guerra, terrible, pero ¿genocidio? No, ni de lejos.