This post is also available in:
English (Inglés)
Español
Italiano
Português (Portugués, Brasil)
Русский (Ruso)
Respuesta corta
Las voces contrarias a Israel suelen acusar al país de perseguir una agenda denominada «Gran Israel», alegando que está impulsado por una política sistemática de expansión territorial por motivos religiosos y el desplazamiento de poblaciones musulmanas, árabes o palestinas en beneficio de esa visión. Estas acusaciones tienden a intensificarse drásticamente tras las victorias militares israelíes o las adquisiciones de tierras…..
SIN EMBARGO, un examen más detenido de la historia de Israel revela que estas afirmaciones son totalmente falsas:
Aunque los cambios fronterizos resultantes de las guerras son una pauta común a lo largo de la historia de la humanidad, Israel ha demostrado repetidamente su voluntad de ceder territorio en pos de la paz con sus vecinos. Algunos ejemplos notables son la devolución de la península del Sinaí a Egipto en 1979, la retirada unilateral de Gaza en 2005 y la retirada del sur de Líbano en 2000.
La realidad es que la mayoría de las decisiones territoriales de Israel obedecen a motivos de seguridad, no a una ideología expansionista. Las zonas tampón estratégicas están pensadas para defenderse de las invasiones terrestres, los ataques con cohetes de corto alcance y las amenazas de túneles subterráneos, no para perseguir la conquista o la manipulación demográfica.
Acusar a Israel de perseguir una política del «Gran Israel» es ignorar hechos históricos bien documentados y reducir una compleja situación geopolítica y de seguridad a una narrativa antiisraelí simplista y engañosa.
Respuesta larga
Las acusaciones contra Israel en relación con su supuesta búsqueda de un «Gran Israel» suelen centrarse en afirmaciones de expansión territorial y supuestas políticas destinadas a anexionarse tierras y desplazar a poblaciones palestinas, árabes o musulmanas. Los antiisraelíes argumentan que esto forma parte de una estrategia más amplia para absorber grandes porciones de Oriente Próximo con el pretexto de cumplir una visión bíblica, una noción frecuentemente invocada para deslegitimar la propia existencia de Israel. Estas afirmaciones suelen utilizarse como arma para inflamar a la comunidad liberal internacional y al mundo musulmán.
Sin embargo, se trata de un moderno libelo de sangre, y es totalmente falso.
En contradicción directa con el mito de una agenda del «Gran Israel» en constante expansión, Israel ha renunciado repetidamente a territorios significativos en pos de la paz y la estabilidad. Por ejemplo:
En 1979, Israel devolvió toda la península del Sinaí a Egipto como parte del Tratado de Paz Egipto-Israel. Esta tierra había sido capturada durante la Guerra de los Seis Días de 1967, y su devolución fue un pilar central de los Acuerdos de Camp David firmados en 1978.
En 2005, Israel se retiró unilateralmente de la Franja de Gaza, desmantelando los 21 asentamientos judíos, evacuando a más de 8.000 civiles israelíes y retirando a todo el personal militar y las infraestructuras. A pesar de esta importante concesión, el resultado para Israel fue la masacre del 7 de octubre, un resultado que ilustra crudamente el alto riesgo que entrañan tales actos de buena voluntad.
Belén, antaño bajo control israelí, fue transferida al gobierno de la Autoridad Palestina en virtud de los Acuerdos de Oslo, lo que constituye otro ejemplo de la voluntad de Israel de compartir tierras en nombre de la paz.
Estas decisiones dejan muy claro que Israel no busca la expansión territorial por sí misma. Más bien, actúa desde una posición de autodefensa y cautela estratégica, especialmente después de que concesiones pasadas hayan provocado nuevas agresiones.
Y en realidad se trata de un patrón recurrente que resulta evidente: las acusacionesde un plan del «Gran Israel» surgen cada vez que Israel gana una guerra o reafirma su derecho a defenderse. Estas narrativas están diseñadas para distorsionar un conflicto complejo y profundamente arraigado y convertirlo en un argumento unidimensional y denigrante que alimenta el odio y la incitación.