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Respuesta corta
La narrativa de la paz ininterrumpida entre religiones en la Palestina anterior al Estado es un mito.
Aunque existieron periodos de coexistencia, con frecuencia se vieron interrumpidos por la violencia, reflejo de las tensiones subyacentes. Los historiadores documentan luchas intercomunitarias, sobre todo en el siglo XIX y principios del XX, en medio de convulsiones regionales como el declive del Imperio Otomano y el creciente nacionalismo.
Las relaciones judeo-musulmanas estuvieron marcadas por el conflicto, ya que los judíos mantenían un estatus subordinado de «dhimmi» bajo el dominio musulmán y sufrían pogromos, como los de Safed en 1834 y 1838. En el siglo XX, la oposición árabe al sionismo se intensificó, incorporando elementos antisemitas y provocando más violencia, como los pogromos de Jerusalén (1920) y Jaffa (1921).
Las masacres de 1929, incitadas por las tensiones en torno al Muro de las Lamentaciones, son un ejemplo de esta violencia, que causó un gran número de víctimas judías y la destrucción de propiedades, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de los judíos en la Palestina del Mandato.
Respuesta larga
La afirmación de que en Palestina existía una paz y una coexistencia perfectas entre todas las religiones antes de la creación de Israel es un mito. Aunque se produjeron periodos de coexistencia pacífica, a menudo estuvieron salpicados por estallidos de violencia, y las tensiones subyacentes persistieron. Los historiadores destacan los casos de tensión y violencia entre diferentes grupos religiosos en Palestina, sobre todo en el siglo XIX y principios del XX. Los primeros años del siglo XX fueron una época de gran agitación y transición en Oriente Próximo, marcada por el declive del Imperio Otomano, el auge del nacionalismo y el aumento de las tensiones sectarias. Este periodo fue testigo de numerosos casos de violencia intercomunitaria, incluidos enfrentamientos entre musulmanes y otros grupos, así como conflictos dentro de la propia comunidad musulmana.
Las relaciones entre judíos y musulmanes en Palestina han estado marcadas por una historia de conflicto y violencia. Bajo el dominio musulmán, los judíos tenían el estatus de «dhimmi», una posición protegida pero subordinada, con restricciones legales y sociales. En el siglo XIX se produjeron varios pogromos, sobre todo en Safed en 1834 y 1838, donde las comunidades judías fueron objeto de violencia, saqueos y destrucción de sinagogas. Estos pogromos solían estar alimentados por el resentimiento contra la dominación egipcia, que favorecía a judíos y cristianos en funciones administrativas.
Con el declive del Imperio Otomano y el ascenso del sionismo, la oposición árabe pasó de ser política a religiosa, incorporando elementos del antisemitismo europeo. A principios del siglo XX se produjeron nuevos actos de violencia, como los pogromos de Jerusalén (1920) y Jaffa (1921), dirigidos contra los judíos y acompañados de llamamientos a la violencia, que se hacían eco de antiguos temas del antisemitismo europeo.
La violencia más grave estalló en 1929, incitada por las tensiones religiosas en torno al Muro Occidental. Se produjeron masacres en Hebrón y otras localidades, que causaron importantes víctimas judías y la destrucción generalizada de bienes. Es importante destacar el papel de líderes religiosos como el Gran Muftí de Jerusalén en la incitación a la violencia y la complicidad de algunos policías árabes en los ataques. Estos sucesos ponen de relieve la vulnerabilidad de la comunidad judía y su impacto en la seguridad judía como parte de la inestabilidad general en la Palestina del Mandato antes de la creación de Israel.